Erase una vez una chica jardinera, quien regaba y abonaba su jardín día a día a la espera de que sus plantas afloraran y crecieran, mas esto nunca pasaba. Hasta que un buen día, la chica jardinera decidió regarse y abonarse así misma, y en ese momento, su jardín relució como nunca antes ella había visto o imaginado, entonces ella entendió que sus plantas necesitaban más que agua y minerales, necesitaban de la luz viva de quien las cuidase.